Parece que Icíar Bollaín,
una de las mejores directoras de nuestro cine, apostó por un rodaje
sencillo y una película sin complicaciones formales y narrativas tras su
maravillosa “También la lluvia”, ofreciendo un producto agradable de
ver por la belleza de las imágenes que muestra, pero carente de la
enjundia que uno espera de una película de Bollaín.
Durante gran parte del metraje uno no
puede por menos que confundir la película con un “Callejeros viajeros”
más y sucumbir a la belleza de Katmandú, de la que sólo consigue escapar
gracias a la gran actuación de Verónica Echegui, que
ha dejado de recordarnos a “la juani” para convertirse en una actriz
maravillosa, crecíble, honesta con su personaje y de una intensidad que
trasciende la pantalla.
Sin duda, Echegui supera a la película y al guión, presentando su candidatura a ganar el Goya
sin ningún género de dudas y dejando la impronta de gran actriz,
asegurándose a ella misma y a nosotros, los espectadores, un futuro más
que prometedor.
En definitiva, una buena excusa para
encerrarse en el cine y olvidar el frío de la calle o para encontrar una
razón para visitar Katmandú, pero muy lejos de la calidad de otras
cintas de Bollaín. Lo malo de rozar la perfección es que luego
siempre se exige, una película interesante para un director menor, pero
mediocre para Bollaín.
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