sábado, 14 de enero de 2012

Ser mujer y no morir en el intento en Katmandú


Katmandú en el ojo de la polémica. El anuario Anbeshi-2011, lanzado por el Centro de Rehabilitación de Mujeres, que constituye una organización con sede en Katmandú, registró casos de violencia de género y documentó 1.569 incidentes entre julio de 2010 y junio de 2011.

Es que ese país constituye un drama para la violencia hacia las mujeres, sobre todo, la violencia doméstica, quien ocupa los primeros puestos de la lista con 64 por ciento de los ataques. Le sigue la violencia social, 17 por ciento, violación, ocho por ciento, y asesinato, cuatro por ciento. Los agresores son los maridos en 74 por ciento de los casos y otros familiares en 26 por ciento.

Así, en los casos de asesinato, la responsabilidad del marido se eleva a 85 por ciento.

Esta in ventilación publicada la semana pasada también registra 293 violaciones y 54 incidentes en que las mujeres fueron acusadas de practicar brujería y golpeadas, desnudadas, obligadas a comer excrementos humanos y víctimas de otro tipo de torturas.

Es que la escalada de ataques ocurre a pesar de una campaña del gobierno realizada el año pasado para frenar la violencia contra la mujer. La iniciativa incluyó una línea telefónica en la oficina del primer ministro para denuncias.

Por esta razón, activistas de derechos humanos señalan con consternación que la edad de las víctimas de violación disminuye. Además, en muchos casos, los agresores son adolescentes.

El anuario concluye que, además, se perpetró el asesinato de 68 mujeres por violencia doméstica, de las cuales algunas murieron porque sus padres no pudieron ofrecer una dote significativa, dinero, oro u otros regalos caros como motocicletas. Otras porque no dieron a luz un niño y, otras más, sencillamente porque el marido llegó borracho.
Vía  http://www.planetaellas.com

1 comentario:

  1. Nos creemos que los derechos humanos son universales, pero en cuanto miramos fuera nos damos cuenta que eso solo es un sueño nuestro, que nos permite vivir con la conciencia adormilada. Iciar Bollaín mira Haití fuera con sus películas, siguiendo sus películas abrimos los ojos, pero de la mano de alguien que sabe contar historias con buen gusto.

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